jueves, 23 de junio de 2011

La espera

Es mi gran oportunidad, por fin me encuentro delante de ella y ella al fin quiere escucharme, quiere saber que hay en mí, he guardado esta frase para este momento, la sé de memoria, tan solo tengo que abrir mi boca y pronunciar: con tres palabras te diré todas mis cosas y esas palabras son  "como me gustas" para poder ser feliz, para finalmente tenerla y abrazarla.

Era mi primer día del ciclo. Como siempre me senté en el fondo para no tener que fingir que me interesaba la clase, veía con mucha resignación mi salón, casi todas las sillas ocupadas por hombres y las pocas mujeres no llamaban mi atención, estuve a punto de dormirme y de pronto se escuchó el sonido de la puerta abriéndose, luego unos golpecitos de tacos que cada vez se hacían más fuerte y cuando se detuvieron oí moverse la silla del costado, alcé la mirada y la vi, desde ese momento ella fue el rostro que no consigo olvidar y que dio origen a esta historia.

La primera vez que hable con ella, como cualquier chica que sabe lo que tiene, me miro de reojo, una y otra vez, sus primeras palabras fueron cortantes y exactas, pero no me resignaba a agradarle.

Siempre la miraba de lejos y odiaba la forma tan fácil que tienen otros hombres para hablarle y sin embargo yo no lo podía hacer y así pasaron muchos días, cansado de eso me acerque a ella y le dije: “Mira, por más que lo pienso no encuentro algo bueno o algo que pueda ser de tu agrado para poder conversar y ser amigos, (claro que en lo de amigos mentía, solo la quería para mi) tan solo se me ocurrió -Hola, me llamo Rodrigo”. Me miro con una sonrisita burlona, paso un minuto examinando mi argumento en silencio y dijo: “Al menos es un buen comienzo. Me llamo Fernanda.”.

No entiendo porque le extendí la mano para saludar, seguro fue por nerviosismo, realmente nunca pensé llegar tan lejos. Ella al ver eso también me extendió su mano y la agarre firmemente, que mano tan cálida, será acaso así de cálido todo su cuerpo me puse a pensar, luego me dijo: “si quieres ya me puedes soltar”. En un instante volví a la realidad, solté de forma suave su mano y la invite a almorzar. Ella se negó, recién nos conocíamos, yo insistí, y saben, me dijo que no.

Al día siguiente antes que yo le hablara se acercó y puso cerca su mejilla para que le diera un beso de saludo, estaba nervioso y me acercaba temblando, por primera vez iba a besar su mejilla rosada, de pronto se echó para atrás y me extendió la mano y me dijo: “lo olvide, tu saludas así”.

Pasamos mucho tiempo conociéndonos, llegue a descubrir que ella en el día podía ser muchas cosas diferentes a la vez. Hasta este día, hoy nos encontramos sentados en la cafetería, ella tenía grandes noticias y yo también, no me quitaba de la cabeza el día que me dijo: “Rodrigo, si alguna vez tengo enamorado, quisiera que él tuviera algo de ti” ese día solo la abrace con fuerza sin saber que decirle, pero hoy por fin lo sé. Se notaba en su rostro lo ansiosa que estaba por decirme que me ama, que me quiere como yo a ella, que no puede vivir sin mí. Deje que ella hablara primero y tuve razón, fue todo lo que pensé que ella iba a decir, tan solo se equivocó en mi nombre, yo no me llamo Mateo. Luego ella me dijo: “sé que también estas feliz por mí y sabes por qué? te acuerdas el día que me hablaste y me dijiste que querías que fuéramos amigos, ahí lo supe, supe que siempre contaría contigo y ahora dime cuál es tu gran noticia, quiero escucharte, quiero saber de esa felicidad que hay dentro de ti”.