jueves, 11 de agosto de 2011

Amigo y medio


Hace una hora nos separamos del grupo. Muchi y Otto seguían hablando, nos encontrábamos sentados en el último piso de un edificio.  Muchi orinaba en un macetero y gritaba: “gracias a mí, estas plantas crecerán”  y Otto acercándose a mí para recibir la botella me decía: “ese webón ya está borracho, dile que son artificiales”.

Muchi le dice a Otto: “ah te crees pendejo, ahora vas a ver”

Muchi nos dijo: “Les voy a contar una historia que acabo de recordar, pero para ustedes nada más…”

(Se acercaba lentamente, le quito la cerveza de las manos a Otto y comenzó a contar)

Cuando yo estaba en tercero de secundaria (hizo pausa, y comenzó a tomar), todos los días iba a clase a las ocho de la mañana, luego me trepaba el muro del cole a las ocho y media, y  me iba a la casa de mi profesora a tomar con su hija, y volvía a las dos y media para la formación, después regresaba a mi casa a las tres. Todos los días hacia eso. (Entusiasmados por el morbo le dijimos que siguiera contando).

(Levantó la cerveza, le dio un gran sorbo y siguió).

Un día llegue zampado a mi casa, mi papá enfurecido me pregunto dónde había estado.

Le dije donde mi profesora de educación física en su casa, haciendo trabajos.

Mi papá no me creyó, me pregunto nuevamente  que había estado haciendo donde mi profesora hasta estas horas.

Le dije la verdad. Papá estuve tomando en la casa de mi profesora, tuve sexo con su hija. Siempre voy allá.

(Otto y yo nos quedamos webones. Otto le dijo: “que pendejo fuiste para decirle eso a tu papá, vamos sigue contando”).

(Muchi siguió recordando)

Al siguiente día paso lo mismo, estaba ebrio y mi papa enojado.

Fuimos a la zona donde vivía la profesora.

Mi papa enfurecido toco la puerta, salió una señora amable. Mi papá me metió a la fuerza dentro de la casa, no me dejo hablar y me hizo ir a la cocina mientras reprochaba a la señora por permitirme tomar acá y por no educar bien a su hija.

Mientras ella le explicaba que no tenía nada que ver, yo estaba comiendo los panetones que encontraba en su cocina. Dijo Muchi todo alegre.

(De pronto Muchi se puso pálido)

Lo miramos y le dijimos que siguiera contando, que no tuviera miedo, que todo quedaba entre amigos.

(Muchi siguió contando)

La señora le dijo a mi papá que la profesora vivía al costado que la podía encontrar en las noches…  que era madre soltera y tenía un hijo de la misma edad que yo…

(Lo interrumpimos y le dijimos que ya teníamos mucho sueño)

Cada uno agarró un taxi y nos fuimos a nuestras casas.

Yo comencé a escribir una Historia.

martes, 2 de agosto de 2011

El niño en el espejo

Era domingo, fui donde mi vecino Pablo a jugar, cómo siempre sus padres no estaban.

Había llegado su abuela, era vieja y de pasos lentos, con manos temblorosas producto del Parkinson. Llamó deprisa a Pablo con un movimiento de mano para que la ayudara a sentarse en una silla. Se quitó el sombrero de caña. Me miró fijamente. Me preguntó cómo me llamaba. A lo que respondí: Mi nombre es Luis, soy el vecino de Pablo, vivo al costado. Mientras me acercaba, de sus ropas sacaba una foto de su familia. Nos dijo que era la única foto de su hermano. Pablo le preguntó porque nunca había oído hablar del hermano de su abuela. Ella miro fijamente la foto y nos comenzó a contar una historia:

Ella vivía con sus padres y su pequeño hermano, pronto se mudaron a una casona antigua, los dueños murieron sin tener herederos por lo que todas sus cosas seguían ahí. Los hermanos acostumbraban jugar a las escondidas, un día encuentran una puerta cerrada marcada con una equis. Asustados corren donde su papá. Esté prueba todas las llaves de la casa, pero ninguna da. Decide romper la chapa sin tomar en cuenta el temor de su esposa o de sus hijos.

Al abrir la puerta encuentran una cama grande con sabanas limpias, juguetes para hacer feliz a cualquier niño, un ropero antiguo con un espejo brillante cerrado por dentro. El cuarto había sido hecho para el heredero de la antigua familia que nunca nació.

Poco a poco los hermanos dejaron de jugar a las escondidas. Su hermano solo pensaba en los juguetes que contenía el cuarto y pasaba casi todo su tiempo ahí sin hacer caso a nadie.

Se quedaba mirando al espejo y reía solo.

Su hermana preocupada se acerca y le pregunta porque todos los días hace eso.

Él le contó que cuando mira al espejo ve a otro niño, uno pequeño con rostro de viejo y con un sombrero y que sus pies eran en punta y que sus piernas podía enrollarlas.

Que le hacía señas para jugar.

Ella asustada le pregunta que hace con ese juguete raro en su mano, que lo regrese de una vez y no vuelva más ahí.

Él le dice que el juguete se lo dio el niño, que el niño le regalaba cosas, que cuando el mira al espejo, el niño tiene nuevos juguetes y los esconde debajo de la cama, luego el voltea y los encuentra ahí.

Le dice a su hermana que el niño los ha visto jugar a las escondidas y que también quiere jugar.

Ella le pregunta que está haciendo en este momento el niño.

Él le dice que se está escondiendo debajo de la cama y quiere que me esconda con él y que tú nos busques, dice que si me escondo me dará muchos juguetes.

Ella aterrorizada le dice que no lo haga, que se salga de ahí.

El hermano le dice que el niño ya no está, desapareció.

Ella escucha un grito y ve a su hermano siendo arrastrado debajo de la cama.

Ella corre para ayudarlo y cuando ve debajo de la cama, encuentra un muñeco vestido como él.

Sale corriendo, asustada a contarles a sus papás.

Ellos no recuerdan haber tenido algún hijo.

Pero abuela. Dijo-Pablo asustado. Como puedes tener una foto de tu hermano si no tienes uno.

Ella nos enseñó la foto y nos mostró la imagen de una familia, un padre sonriente, una madre orgullosa, una niña feliz y un niño sin rostro.